miércoles, 11 de mayo de 2011

Taringa como amenaza a la comunidad y al legítimo derecho a copia privada

A propósito del reciente fallo en contra del sitio Web Taringa, me parece lo que los defensores de este sitio no comprenden, es la gravedad de tolerar o defender a un sitio cuyo verdadero objeto no es compartir, sino llanamente: lucrar con la propiedad ajena, amenazar a las comunidades y poner en tela de juicio el legítimo derecho a la copia privada.

En efecto, independientemente de las discutibles formas del fallo judicial, Taringa no tiene ninguna finalidad altruista o objeto social alguno. Taringa abusa del derecho a copia privada que a todos nos corresponde para sus propios fines. Pues su finalidad, no es como ingenuamente dicen muchos, compartir; sino obtener beneficios económicos por la intermediación entre el usuario y el contenido sujeto a copyright.

Ciertamente: si no fuese por los vínculos a bienes con copyright, Taringa no sería nada, ni existiría siquiera tal vez como comunidad. Ya que su única ventaja o mérito competitivo es lucrar con la propiedad de otros y su único know how es evadir la ley. Constituye Taringa, en este sentido, una amenaza en contra de otras comunidades virtuales cuyo verdadero objeto -independientemente de las formas- es crear valor social: no destruirlo con la excusa del derecho a copia privada y la exención de toda responsabilidad.

Por eso es una zonzera comparar Taringa con Google, por ejemplo, cuyo modelo de negocio o sustentabilidad como empresa no depende de indexar paginas con contenido sujeto a copyright: sino de indexar toda la información del mundo; entre cuyas paginas, claro, inevitablemente se encuentran algunas de este tenor. Siendo distinto el caso de Taringa, donde la comunidad se encuentra estructurada en torno a esta finalidad.

Asimismo es una estupidez defender a Taringa como un simple sitio social. Las finanzas de Taringa no provienen exclusivamente de donaciones; sino de la publicidad. El objeto de lucro, pues, trasciende el derecho de la copia privada y por ello es falaz la excusa de ser agentes intermedios sin ningún interés en la promoción de tales hipervínculos sujetos a copyright.

Distinto y más legítimo seria el caso de una página que hiciese lo mismo que Taringa pero que utilizase los recursos exclusivamente para mantenerse online. Utilizando el excedente para redistribuirlo, aplicarlos a fines sociales o donarlo a obras de caridad. Que para eso justamente se encuentran las asociaciones civiles u organismos no gubernamentales con sus respectivos marcos jurídicos y obligaciones que impiden la discrecionalidad que caracteriza a las empresas mercantiles.

Me parece que la gente que defiende a Taringa tendría que empezar a pensar, entonces, que hacer millonarios a un par de sujetos que entorpecen la recaudación de los Estados en materia de impuestos derivados de la venta de productos y servicios sujetos a propiedad intelectual; no es un chiste, si no, en cambio, un verdadero atentado en contra del derecho a la copia privada y la comunidad.

No hablamos, pues, de defender los bolsillos de las empresas, si no los derechos de cada individuo. Ya que, en la medida que las actividades de sitios como Taringa sean equivocadamente equiparadas a las de cualquier otro sitio o medio en el que se ejerce el derecho a copia privada pero que no tienen por objeto el lucro, este legítimo derecho a copia privada comenzará a perder vigor.

En igual sentido, por mucho que podamos decir que el Estado y los gobiernos son una lacra; son, mal nos pese, indispensables para el cumplimiento de fines como la seguridad, el trabajo y la salud.

De modo, pues, que en vez de pensar engañosamente que cada vez que se baja un programa o un disco de un sitio como Taringa estamos perjudicando a un empresario al que le sobra dinero; tenemos que empezar a pensar que realidad estamos beneficiando a otra clase de “empresarios” incluso mucho peores que aquellos a los que se pretende aleccionar. “Empresarios” estos como los de Taringa que no dan trabajo, prácticamente no tributan impuestos, que evaden las leyes bajo las que todos vivimos y que no tienen ningún grado de responsabilidad social.

Si quieren un Taringa legítimo, transfórmenlo, pues, en una organización para el bien común. O, caso contrario, vayan a reclamarle a los dueños de Taringa: trabajo, salud, educación y seguridad, no sólo para ustedes –los que lo defienden-, sino para los que verdaderamente lo necesitan.